Precio Índice Kg. Carne Novillo

$3097,50

Índices 28 de marzo de 2024

%58

Rendimiento Promedio

$1796,55

Equivalente en Pie

$1887,50

Invernada: Índice Ternero campo de cría.

Argentina Productora

La ganadería argentina

La Argentina se encuentra ubicada en el sur del continente americano, entre los paralelos 22 y 54, y entre la costa Atlántica y la Cordillera de los Andes. Su territorio abarca una superficie de 2.780.092 km2. de extensión. Este territorio incluye regiones privilegiadas para la producción de ganados y carnes, como la pampa húmeda y la llamada “región semiárida” que la rodea, dotadas de tierra excepcionalmente fértil y buen régimen de temperaturas y lluvias, y con una densidad muy baja de población. En esas extensiones puede practicarse con gran éxito la ganadería extensiva. Existen muy pocas regiones parecidas, entre ellas algunas áreas de Brasil, las llanuras de Beni en Bolivia, el este de Australia y algunas regiones de África; pero ninguna de ellas presenta una conjunción tan privilegiada de factores naturales y humanos.

La Argentina posee condiciones únicas para la producción y comercialización de carnes: dados sus diferentes climas y suelos, han podido adaptarse a su suelo las mejores variedades de razas bovinas del mundo, que disponen para su alimentación de una gran variedad de pasturas. Su ubicación geográfica, alejada de los grandes Estados industrializados, su clima, los métodos de engorde y cría utilizados y los estrictos controles de calidad existentes durante todo el proceso de producción y comercialización, generan carnes de calidad internacionalmente reconocida y de alta competitividad en el mercado internacional.

El proceso de producción y comercialización

Analicemos el proceso que va desde el nacimiento de los vacunos argentinos hasta la llegada de su carne a los consumidores. Este proceso consta de dos grandes etapas: la producción de la carne y su comercialización.

La producción de carne abarca dos etapas: la de cría del ganado y la de su engorde. Tradicionalmente, la zona privilegiada para esas fases ha sido la pampa húmeda argentina, en la cual existen tres zonas de cría y una de engorde o invernada. La cría y la invernada son procesos específicos, con sus etapas y actividades particulares. Ambas fases tienen en conjunto una duración aproximada de tres años, lapso que implica una importante inversión del productor.

La producción se realiza en diversas regiones. En la pampa húmeda se ubica el 60% del stock vacuno, entre 58 y 59 millones de cabezas, que conforman el mayor rodeo mundial de razas de origen europeo. El oeste de la Provincia de Buenos Aires funciona principalmente como zona de invernada; la región sudeste es considerada como zona mixta de agricultura, invernada y cría; finalmente, la zona noroeste es netamente agrícola. La cuenca deprimida del río Salado, que ocupa todo el centro de la Provincia de Buenos Aires, es la denominada zona de cría. En esta región los rodeos están compuestos por vacas adultas, toros y vaquillonas de recría que serán las futuras madres. En el período que va de octubre a fines de enero se realiza en la zona el entore de las vacas, con un porcentaje de toros que oscila entre el 3% y el 5%. Su clima templado crea un ambiente único para la cría de animales capaces de rendir un alto kilaje de carne; permite la cría extensiva en campo abierto, lo que asegura un ganado sin estrés, sin ingesta artificial de elementos químicos ni inyección de hormonas, lo cual da origen, a su vez, a carnes con menor porcentaje de colesterol y grasas de efectos perniciosos. Estas cualidades del ganado argentino, probadas por especialistas, han sido ratificadas por investigaciones especiales del Instituto para la Promoción de la Carne Vacuna y la Fundación Cardiovascular Argentina.

La cría de ganado se realiza bajo múltiples y estrictas normas, que aseguran la sanidad y la calidad del producto. Uno de los procedimientos de control que se emplean es la asignación a cada animal de un número de identidad, consignado luego en una caravana de plástico aplicada en su oreja. Otro procedimiento indispensable es la denominada trazabilidad. Consiste en un registro histórico individual de cada animal, desde su nacimiento hasta su muerte y transformación en medias reses; incluye fechas, lugares de residencia del animal y particularidades acerca de alimentación y de sanidad (vacunaciones, enfermedades, tratamientos).

La invernada o engorde del ganado se realiza también, tradicionalmente, bajo sistemas de manejo extensivo, dentro de los cuales los animales se alimentan en campos naturales y pasturas de alta calidad. Los animales se desplazan libremente por los campos, evitando el hacinamiento, lo que hace que las carnes tengan un menor tenor graso intramuscular y menos colesterol. La comercialización de las carnes comienza con una operación llamada faena. Consiste en el sacrificio del animal, y la separación entre el conjunto formado por la carne y el hueso, por un lado, y los subproductos (el cuero, la grasa y la sangre, principalmente) por otro. El cuerpo, luego de ser separado de los subproductos, se corta longitudinalmente por la mitad en dos partes, llamadas medias reses.

La media res recibe luego el tratamiento llamado dressing, o preparación para la venta. Consiste en el retiro, en cierta medida, de la grasa, y de otras partes dañadas por eventuales golpes o fracturas. Junto con el dressing se realiza la definición del tipo de carne que esa media res ofrece. En etapas posteriores, la media res se cuartea, es decir, se divide en dos: el cuarto delantero y el cuarto trasero. La división de cada cuarto en cortes específicos, orientados a diferentes modalidades de comercialización y preparación para su consumo, se denomina desposte.

El cuarto trasero (también denominado pistola) da origen a dos zonas, cada una de ellas con sus cortes propios: la rueda (un 25% de la media res), que incluye el garrón, la tortuga, el peceto, la cuadrada, la bola de lomo y la nalga con tapa; y el rump and loin (15,5% de la media res), que incluye la colita de cuadril, la tapa de cuadril, el cuadril propiamente dicho, el lomo y el bife angosto.

El cuarto delantero se divide también en dos partes: el asado (14% de la media res), con la plancha de asado, el matambre, el vacío y la entraña; y el pecho (42%), en el que se ubican el bife ancho con tapa, la aguja, el cogote, la paleta, la marucha, el bife de paleta, el chingolo, el pecho propiamente dicho y la brazuela.

Los destinos principales de los cortes son dos: el consumo interno y la exportación. Este último es el destino más rentable y de mayor futuro; sin embargo, por una serie de razones ~sobre todo, de orden político~ se ha producido un estancamiento en la producción de carnes vacunas y en las exportaciones vacunas en particular; en consecuencia, La Argentina, que era uno de los principales exportadores hace algunas décadas, había quedado relegada ya en la década de los años 90 al séptimo lugar entre las naciones exportadoras.

Más del 50% de la producción que se exporta consiste en productos enlatados y productos cocidos y congelados. Los primeros son elaborados con reses de vaca tipo conserva, con cortes de cuarto delantero de los novillos y con recortes de carne sobrantes de otras producciones de los frigoríficos. Las carnes cocidas congeladas más comunes provienen de vacas y de novillos cuya carne no es ofertable para el consumo directo, como también de los ya mencionados cortes del cuarto delantero.

Un 30% de las exportaciones de carne de La Argentina son cortes que provienen principalmente de cuarto trasero, de la más alta calidad. Son los llamados “cortes Hilton”, que se destinan a los mercados europeos. Esta cantidad está limitada por una cuota, que es hoy de 28.000 toneladas anuales. Se exportan también los cortes pertenecientes a la cuota llamada GATT, asignada por la Comunidad Económica Europea a sus importadores de carne. Esta cuota es de 50.000 toneladas por año y nuestros exportadores cubren alrededor del 30% de la misma, es decir unas 15.000 toneladas. Ambas cuotas suman 43.000 toneladas y representan la fracción de carne vacuna de alta calidad de las exportaciones argentinas. Si las comparamos con las 2,5 millones de toneladas de carne que produce La Argentina anualmente, representan una proporción mínima. El resto de las exportaciones tienen mercados muy variados, y son representativas de un nivel promedio de calidad dentro de la producción argentina de carnes.

El destino actual de las mejores carnes es el mercado interno argentino. Implica la venta directa de aproximadamente 9 millones de cabezas anuales, que representan alrededor del 75% de las operaciones comerciales nacionales. Los argentinos son prácticamente los únicos consumidores de la carne de novillitos, de vaquillonas y de terneros, productos muy tiernos y de gran aceptación, que constituyen el 40% de la oferta de ganado. Es que, además de su calidad, la carne argentina tiene un precio altamente competitivo, a la par de otros alimentos como el pescado, las pastas y las verduras. Esto explica por qué el consumo per capita en nuestro país es (con oscilaciones periódicas y en promedio) de 85 kilos por año.

Un aspecto negativo de este hecho es que la tendencia de los consumidores argentinos a preferir las carnes de los animales más jóvenes produce como efecto la disminución del stock ganadero y de la producción total del sector. En efecto, para poder exportar se necesitan animales pesados, es decir, que los animales jóvenes no se sacrifiquen demasiado pronto; también es necesario un ritmo de consumo interno que se acompase con el ritmo de la cría y con un crecimiento programado de las exportaciones.

Clasificación de los vacunos

Los vacunos se dividen en clases, de cada una de las cuales derivan productos cárneos de distintas propiedades. Una primera clasificación los divide en tres categorías:
      animales de cría: terneros;
      animales de invernada o en proceso de engorde: novillitos y vaquillonas;
     animales terminados: novillos y vaquillonas pesados listos para la exportación y el mercado interno, vacas gordas y vacas apropiadas para la elaboración de carne en conserva;
      toros.

Llamamos novillitos a los machos castrados. Las vacas gordas son las hembras que en virtud de su estado y conformación, una vez faenadas, están en condiciones de ser consumidas como carne fresca. Las vacas de conserva son aquellas de inferior estado general. Los toros se dividen en reproductores o animales de cabaña, y “toros de refugo”, descartados como reproductores y utilizados principalmente para la elaboración de chacinados.

Hagamos ahora una clasificación más precisa, basándonos en la que utilizan los organismos oficiales argentinos y las empresas de la cadena agroindustrial.

Los animales se evalúan de acuerdo con dos criterios: a) la categoría, marcada por el sexo y la edad; b) el tipo al cual pertenecen, cuya determinación, llamada tipificación, se realiza mediante el examen de su desarrollo muscular o conformación, y del espesor de grasa de su cobertura, llamado terminación.

Las categorías en que se clasifican los vacunos se determinan teniendo en cuenta su edad registrada o, en caso de desconocerla, analizando el grado de osificación de los cartílagos de las reses, y el peso limpio de las mismas. Los animales se dividen así en novillos, machos de más de 250 kilos; novillitos, machos de hasta 250 kilos; vaquillonas, hembras de hasta 240 kilos; vacas, hembras de más de 240 kilos; y, finalmente, toros, machos destinados a la reproducción, sin peso específico asignado.

La conformación del vacuno se determina analizando el volumen y el desarrollo de sus masas musculares, por una parte; y, por otra, la relación proporcional que hay entre carne y hueso en el sector de su carcasa donde están ubicados los cortes de mayor valor comercial. Para evaluar las masas musculares es indispensable guiarse por las formas, perfiles y relieves donde se aprecia directamente su desarrollo, excluyendo de las mismas el espesor de la grasa de cobertura. Todos estos aspectos permiten clasificar a cada res como de conformación superior, muy buena, buena, mediana, regular, inferior o baja.

El segundo dato a recabar para establecer la tipificación del vacuno es su terminación, es decir, su nivel de grasa de cobertura. Cuando éste es magro se lo identifica con el número 0. Cuando es óptimo se lo reconoce con los números 1 y 2. En caso de que sea abundante se lo expresa con el 3. Finalmente, cuando la cantidad de grasa es excesiva, se le asigna el 4. Una terminación es, asimismo, de mejor nivel si la cobertura de grasa tiene una distribución pareja y uniforme en la res y si la grasa es de color blanco cremoso o blanco nacarado.

Si combinamos las categorías de vacunos con sus diferentes tipificaciones, podremos determinar, para cada animal, su probable utilidad, según las especificaciones de la demanda comercial o las necesidades del proceso productivo:

Los novillos (sigla NO) de conformación superior (JJ), muy buena (J), buena (U), mediana (U2) o regular (N), se califican, por otra parte, según el grado de grasa de cobertura, como de terminación magra (0), óptima (1 o 2), abundante (3) o excesiva (4). El destino preferente de los novillos JJ, J, U y U2 es el consumo especial, y los de conformación N suelen ser utilizados para el consumo común. Los novillos de conformación inferior (T) se califican como de terminación magra (0) u óptima (1), y no se aplica para ellos el requerimiento de peso propio de su categoría; para los de conformación baja (A) no se aplica ninguna otra evaluación. Ambas conformaciones, T y A, suelen destinarse a procesos industriales de manufactura o conserva.

Los novillitos (NT) de entre 115 y 125 kilos son de conformación superior (AA), muy buena (A), buena (B) o mediana (C) y, por otra parte, de terminación magra (0), óptima (1 o 2) o abundante (3); su destino típico es el consumo especial. Los de entre 102 y 115 kilos se consideran como de conformación regular (D) y, por otra parte, de terminación magra (0), óptima (1 o 2) o abundante (3); se utilizan para el consumo común. Los que pesan menos de 102 kilos son de conformación inferior (E) o baja (F); sólo para la primera, se toman en cuenta los niveles magro (0) u óptimo (1) de terminación; ambas conformaciones, E y F, suelen destinarse a procesos industriales de manufactura o conserva.

Las vaquillonas (VQ) de entre 110 y 120 kilos son de conformación superior (AA), muy buena (A), buena (B) o mediana (C) y, por otra parte, de terminación magra (0), óptima (1 o 2) o abundante (3). Las de entre 92 y 110 kilos se consideran como de conformación regular (D) y, por otra parte, de terminación magra (0), óptima (1 o 2) o abundante (3). Las que pesan menos de 92 kilos son de conformación inferior (E) o baja (F); sólo para la primera, se toman en cuenta los niveles magro (0) u óptimo (1) de terminación. La utilización habitual de los animales es análoga a la de los novillitos: consumo especial para las conformaciones AA, A, B y C; consumo común para la D; manufactura o conserva para las conformaciones E y F.

Las vacas (VA) de más de 120 kilos son de conformación superior (AA), muy buena (A), buena (B), mediana (C) o regular (D) y, por otra parte, de terminación magra (0), óptima (1 o 2), abundante (3) o excesiva (4). Las de conformación inferior (E) no son evaluadas en cuanto al peso pero sí en cuanto a la terminación: magra (0), óptima (1 o 2) o abundante (3). Las de conformación baja (F) no reciben otro tipo de evaluación. El destino habitual de los animales es análogo al de los novillitos y las vaquillonas: consumo especial para las conformaciones AA, A, B y C; consumo común para la D; manufactura o conserva para las conformaciones E y F.

Los toros (TOR) son de conformación superior (AA), muy buena (A), buena (B), o regular (C) y, por otra parte, de terminación magra (0) u óptima (1 o 2). Su carne se destina enteramente a procesos de manufactura y conserva.

Razas vacunas

La Argentina posee una larga tradición en la cría de razas, muchas de ellas de origen británico, incorporadas a principios del siglo XX, como la Aberdeen Angus, la Hereford y la Shorthorn. La incorporación, en la década de 1960, de razas continentales europeas, mejoró en los animales la relación entre músculo y grasa, y provocó una readaptación de las razas originales a los nuevos esquemas productivos y comerciales. Las principales razas criadas en nuestro país son:
  • Aberdeen Angus: Originaria de Escocia: Se trata de animales mochos, de pelaje negro o colorado y estructura corporal (frame score) moderada. Fue reconocida oficialmente como raza en 1867 e introducida en La Argentina en 1879 (variedad negra) y 1920 (variedad colorada). Se caracteriza por su sobresaliente fertilidad y aptitud materna, gran precocidad sexual y alta capacidad de crecimiento. Su carne es tierna, jugosa, sabrosa, veteada y con óptimo nivel de engarzamiento y marmoreado. Más de la mitad de los bovinos argentinos son Angus, y un 70 por ciento de la población ganadera del país se encuentra bajo la influencia genética de esta raza. Su explotación se ha extendido sobre todo en zonas templadas, pero también en otras de condiciones menos benignas.
  • Hereford y Polled Hereford: Tienen su origen en Herefordshire, Inglaterra, a comienzos del siglo XVII, y fueron introducidas en Argentina en 1858. Los animales de estas razas son colorados, con matices que van desde el bayo hasta el color cereza; tienen manchas blancas en la cabeza, cara posterior de las orejas, pecho, vientre, extremo inferior de los miembros y borla de la cola. Los Polled Hereford son Hereford sin cuernos, producto de una mutación cuyo gen correspondiente se transformó en dominante. En la actualidad, su explotación se extiende desde Formosa hasta Tierra del Fuego; su pelaje, lustroso en verano y tupido en invierno, es índice de su capacidad de adaptación al clima. La cruza a partir de animales Hereford da lugar a los vacunos “cara blanca”, cuyo rendimiento en carne y eficiencia reproductiva es particularmente notable. La Asociación Argentina de Criadores de Hereford, asociada al World Hereford Council, desarrolla un programa permanente de evaluación genética, a través de evaluación de índices y compilación de informes genealógicos de animales cuyas características fenotípicas se revelan superiores a la media de la producción.
  • Brahman: Raza proveniente de la India y desarrollada comercialmente en Estados Unidos, fue importada por primera vez a La Argentina en 1941. Los vacunos Brahman son animales grises o colorados, de cara larga y orejas caídas; se caracterizan por tener una giba sobre las paletas, y abundante piel suelta y colgante debajo de la garganta. Se aprecia su rusticidad y adaptación al clima subtropical, que incluye la resistencia a enfermedades infecciosas y parasitarias (la garrapata ha sido un ejemplo especialmente frecuente) que, para las razas de origen europeo, tienen una incidencia especialmente dañina. Muchas razas europeas han sido adaptadas al clima subtropical y tropical mediante la inyección de un porcentaje de sangre Brahman: las razas Brangus y Braford, tratadas a continuación, son casos predominantes en La Argentina. Según la encuesta agropecuaria de 1993, tienen sangre Brahman entre un 22 y un 25 por ciento de los vacunos argentinos.
  • Brangus: Raza originada a partir de la cruza de Angus y Cebú, combina la resistencia a condiciones desfavorables de esta última con la calidad de la carne y la fertilidad de la primera. Son animales de pelaje negro liso y suave, sin cuernos, y con una ligera protuberancia sobre el cuello, delante de las paletas. Se destacan por el alto rendimiento y la terneza de su carne, y por la abundante producción de leche de sus vacas. Su tolerancia al calor y su resistencia a ectoparásitos le permiten ganar peso en estaciones de alta temperatura.
  • Braford: Proviene de la introducción de sangres hindúes Brahman y Nelore en los rodeos Hereford. Fue introducida en la década de 1960. Los animales son colorados, con un porcentaje de la cara blanco que en condiciones óptimas supera el 50% (animales “pampas”). En la misma línea que la Brangus, la raza Braford se caracteriza por su alta producción aun en ambientes adversos para el desarrollo ganadero, su capacidad de rápida conversión, precocidad, facilidad de parto, longevidad y temperamento dócil. Una medida de su capacidad productiva está dada por la introducción de reproductores Braford en rodeos mestizos, que permite porcentajes de preñez por encima del 90% y destetes que superan el 80%, con menos del 4% de toros, reposición de un 16% del rodeo y mortandad reducida al 2%, en lapsos anuales. Esta raza se explota sobre todo en las regiones litoral y norte de La Argentina.
  • Limousin: Rastrea sus antecedentes hasta el quinto milenio antes de Cristo (cuevas de Lascaux, Limoges, Francia). Se destacó entre las razas rubias explotadas en Aquitania (Francia) a partir del siglo XVIII, especialmente en función de la producción de carne. Ingresó en La Argentina en la década de 1960. A partir de su zona de origen, soporta suelos graníticos e inviernos y veranos muy rigurosos. Sus animales, largos y musculosos, se destacan por su longevidad, fertilidad y facilidad de parto; su carne presenta una reducida proporción de hueso y grasa, una especial densidad de musculatura en fibras y textura fina; la precocidad fisiológica de estos animales se traduce en madurez temprana de la carne.
  • Limangus: Fruto de la cruza entre Limousin y Aberdeen Angus. Son animales mochos, con pelaje tapado o negro. De pelo liso corto, se adaptan fácilmente a climas calurosos. Con un peso intermedio (entre 600 y 900 kilos los toros; entre 430 y 480 las vacas), proporcionan reses a un tiempo livianas y debidamente terminadas.
  • Holando Argentino: Son originarios de los Países Bajos y fueron introducidos en La Argentina en 1880. Se distinguen por sus manchas negras y blancas bien definidas, que ocasionalmente pueden ser blancas y coloradas. Tienen un morro bien delineado y ancho, ollares abiertos y mandíbulas fuertes; son animales grandes y angulosos. Las hembras, grandes y altas, pesan normalmente, en estado de lactancia, entre 600 y 650 kilos; los toros adultos exceden habitualmente los 1000 kilos. Las vacas Holando son las mayores productoras de leche entre todas las criadas con ese propósito. Son, prácticamente, las únicas lecheras explotadas en La Argentina: unos 2 millones de animales, de los cuales 550.000 se encuentran bajo control oficial de producción. Producen entre 20 y 30 litros diarios, con 3,5% de grasa y 3% de proteínas.
  • Jersey: Raza originada en la isla homónima, en el Canal de la Mancha; definida como tal en 1743, llegó a La Argentina en 1909. Caracterizadas por su adaptación a posibilidades forrajeras limitadas y la importancia de su producción láctea, las vacas Jersey, si bien son de color variable, tienen la región ventral más clara y la cabeza y el cuello más oscuros, con un anillo claro en torno del hocico negro, y pestañas negras. La cabeza es de frente ancha, cara corta y descarnada, grandes arcos orbitales y morro amplio. Son animales livianos (350-450 kilos), vivaces, de parto fácil e intervalos cortos entre partos. Logran un 30 por ciento de superioridad con respecto a las demás razas en la conversión de pasto en leche; la leche Jersey se caracteriza por su alta proporción de proteínas, grasa butirosa y calcio.
  • Shorthorn: De origen inglés, es la primera raza introducida en La Argentina, con presencia en nuestro país desde 1823. De pelaje colorado, blanco o combinado de formas variadas entre los dos colores, los vacunos Shorthorn se caracterizan, como su nombre lo indica, por sus cuernos cortos, y por la calidad del veteado intramuscular de su carne; las hembras sobresalen en cuidado maternal y aporte de leche durante la crianza. La última conferencia mundial Shorthorn, desarrollada en La Argentina en 2007, ha confirmado la preferencia internacional por dicha raza, especialmente en Estados Unidos, Canadá y Australia.
Las razas pueden cruzarse. Se conoce como cruzas europeas a los animales provenientes, por ejemplo, de un padre Angus y una madre Hereford. Tienen el cuerpo color negro o colorado y la cabeza blanca (“careta”). Las cruzas índicas son las que provienen, por ejemplo, de la cruza de un padre Cebú y una madre Angus; estas últimas son más comunes en el norte del país. Los animales de raza europea tienen mayor valor comercial.

El productor argentino

El productor argentino está muy lejos de ser un potentado que vive lejos de su campo disfrutando de rentas fabulosas. Es una persona extremadamente activa. Suele vivir en su campo, ocuparse de él personalmente y estar atento no sólo a los continuos avances tecnológicos sino a las constantes novedades en la comercialización, y a la administración misma de la actividad, que es en sí misma una operación compleja. La Argentina cuenta hoy con un buen plantel de empresarios y técnicos ganaderos, en el más moderno sentido del término.

La mayor parte de los Estados del mundo desarrollan políticas de apoyo a sus productores, eximiéndolos de impuestos y brindándoles subsidios para que sus productos sean más competitivos. No ha sido este el caso generalmente en La Argentina, donde un aspecto importante del trabajo del productor es lograr apoyo gubernamental para su actividad. Fenómenos como la prohibición más o menos abierta de la exportación por parte de diferentes gobiernos, el precio prohibitivo de los equipos e insumos industriales en épocas de proteccionismo industrial o las oscilaciones internacionales de los precios, por ejemplo, ponen a prueba la agilidad del productor, que debe tomar decisiones: opciones entre sistemas intensivos y extensivos, períodos de retención o faena de vientres, traslado de zonas de cría o invernada… Las particularidades de la economía argentina hacen del productor un actor económico muy ágil y arriesgado, que debe combinar audazmente el razonamiento con la intuición.

Los productores cuentan con las ventajas que ofrecen las condiciones naturales del país  para la cría y engorde de ganado. La Argentina es el octavo país del mundo en extensión territorial, y uno de los más fértiles del mundo, en especial en la zona de la pampa húmeda. Y si bien la Patagonia, el cordón andino y la región central son zonas casi desérticas o semiáridas, pueden aprovecharse para la ganadería mediante un buen sistema de riego. Las provincias del norte también presentan un buen potencial ganadero, donde tienen excelente desempeño las cruzas índicas y las pasturas subtropicales. El país puede lograr un aumento productivo con costos muy favorables.

La prueba de la eficiencia existente en la producción de carnes en La Argentina es el hecho de que, pese a la durísima competencia internacional, la calidad de las carnes argentinas es reconocida en todo el mundo, claro indicativo éste del trabajo y la permanente preocupación de los ganaderos nacionales por la excelencia. A tal punto se da este fenómeno que, pese a los años transcurridos desde que comenzó la explotación de la ganadería en La Argentina, esta actividad sigue siendo, junto con la agricultura, el eje sobre el que descansa la economía nacional. La calidad de los productos es tan destacable que, en el ámbito internacional, La Argentina se asocia inmediatamente con sus carnes.

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